Si bien la agresión es un instinto innato que convive con la naturaleza intrínseca de todo ser humano, es cierto que en los últimos tiempos los episodios de indisciplina en las escuelas han apabullado la agenda mediática de los medios. Para constatar esto, sólo basta con recordar algunos de los hechos suscitados por marzo y abril de este año:
* Priscila Meza (13), alumna de 7° grado de la escuela N°1 Cosme Béccar de San Isidro, fue golpeada por sus compañeras hasta el desmayo por “ser linda”.
* Diego Nuñez (16), alumno del colegio Nuestra Señora del Iguazú de Misiones, fue apuñalado por un compañero de 17, por un problema amoroso con una chica.
* Patricia Forte, directora del Instituto Julio Cortázar de Mar del Plata, fue atacada a patadas por un alumno enfurecido al enterarse de su expulsión.
* Macarena y Nicole (12), alumnas de la escuela “Profesor Luis Ravera” de Santa Fe, tuvieron una feroz pelea en la que una de ellas terminó herida con una trincheta. Según la policía, la causa de la disputa fue una cuestión sentimental.
* Gisela Viviana Kubitz (28), alumna del magisterio Juan Bautista Alberdi de la localidad de Leandro N. Alem, fue amenazada por su compañera con un revólver por sentarse en su pupitre.
Los datos relevados no intentan generar pánico y ubicar a la escuela en un terreno de vulnerabilidad extrema. Pero la situación que viven los niños en el ámbito escolar resulta apremiante y exige una rápida intervención de aquellos encargados de sancionar políticas públicas, y un compromiso de la sociedad en su totalidad.
Situaciones conflictivas en el aula
Si bien lidiar con la cotidianeidad del aula no suele ser una tarea sencilla para los docentes, el trabajo se ve particularmente obstaculizado cuando se añaden episodios de violencia. Tal como sostiene Telma Barreiro, profesora de Filosofía de la UBA e investigadora sobre temas vinculados con lo grupal y la capacitación docente, en su libro Conflictos en el aula: “lo común de estas situaciones conflictivas es que ocasionan malestar al educador y les resultan perturbadoras para desempeñar adecuadamente su rol”.
Tampoco se intenta crear un estereotipo común de “alumno violento” para exponer una división tajante entre violentos y no violentos, pero sí podrían establecerse parámetros psico-sociales que permitan identificar algunas características en el perfil de estos jóvenes. De acuerdo a las definiciones recopiladas del trabajo Los avatares del vínculo violento en niños y jóvenes escolarizados, realizado por Leopoldo Ferraris (Licenciado en Filosofía y Gestión Educativa) y Miriam Lepka (Licenciada en Psicología), no puede sostenerse que cualquiera es un violento. Es posible que si las personas en su biografía anterior al ingreso a la escuela, se han desarrollado en esquemas familiares donde las relaciones estuvieron marcadas fundamentalmente por el modelo “dominio-sumisión”, estas conductas puedan repetirse en el ámbito escolar. Sin embargo, el comportamiento violento se desencadenará necesariamente cuando existan además condiciones en la escuela que faciliten y/o fomenten la manifestación del mismo.
Sin ahondar en especificidades psicológicas sobre los posibles factores desencadenantes de la violencia en los niños y jóvenes escolarizados, la experiencia indica que las situaciones de conflicto forman parte de la realidad social y que ya no mide niveles sociales ni relaciones de autoridad. Entre pares o hacia las autoridades, las agresiones comienzan a formar parte de la rutina diaria de los alumnos.
En medio de una “crisis de autoridad docente”, como lo han definido los especialistas del área educativa, los directivos de las instituciones se debaten la difícil decisión de sancionar o no sancionar a los alumnos que infringen los reglamentos. Por otra parte, ni los mismos funcionarios coinciden al momento de determinar las medidas pertinentes para solucionar la problemática. Basta con citar las posturas totalmente antagónicas de los dos representantes máximos de la educación argentina. Por un lado, el Ministro de Educación porteño Mariano Narodowski, defendió el nuevo sistema “Convivencia con límites” y sostuvo que “hay que recuperar la asimetría entre el adulto y el estudiante y apoyar la capacidad del docente para decir no y sancionar indisciplinas”. Asimismo, el ministro enfatizó también que “es necesario mostrar que no es lo mismo hacer la cosas bien o mal”. En disonancia absoluta a las declaraciones de Narodowski, el Ministro de Educación de la Nación Juan Carlos Tedesco, afirmó: “Nuestra visión es que la escuela debe ser inclusiva. En todo caso, el alumno es una víctima del sistema que falló y es necesario buscar otras estrategias de sanción”. Buscar un punto de intersección en reflexiones tan dispares como las expuestas, genera un aspecto más de contradicción que dificulta la toma de decisiones de las autoridades escolares. En este contexto, las sanciones a los alumnos comienzan a rozarse con los conceptos de marginalidad y deserción escolar, pero no sancionar puede borrar los límites de autoridad entre docentes y alumnos.
Estrategias de adaptación en el aula
El video presenta las opiniones de dos especialistas en el área educativa y en prácticas de violencia escolar:
En el siguiente audio, los padres cuentan los espisodios de violencia vividos por sus hijos en la escuela: